Había una vez una mujer de mirada triste y lánguida llamada Diana Frances Spencer, ella fue el ejemplo de una mujer que transmitía su emoción a través de sus vestidos y por supuesto los blancos. Una mujer que se hizo conocida a nivel mundial cuando contaba con unos recién cumplidos veinte años puesto que se iba a convertir en la esposa del heredero de la Corona Británica Carlos de Inglaterra. Una tímida maestra de guardería, que poco a poco fue ganándose a los británicos convirtiéndose así en la Princesa del Pueblo.
Su llegada la Corona coincidía con una época de cambios en el poder. Margaret Thatcher lideraba el país en un momento de grandes cambios económicos y con ellos aparecieron numerosas casas de moda de las cuales la Princesa era muy asidua. Entre ellas la diseñadora Catherine Walker que pasaría a la historia por uno de los vestidos más conocidos de Lady Di, el vestido «Elvis».
Podríamos decir que la época de máximo esplendor de la Princesa fue la época en la que más utilizo en sus diseños el color blanco, entre otras muchas tendencias y del que hizo uso en muchos momentos importantes.
Como ya bien sabéis, el pilar de EVBlancos es el color blanco, como un símbolo que nos acompaña en los grandes acontecimientos de nuestra vida. Y así bien hizo la Princesa Diana.
Uno de los más icónicos, como os mencioné antes, fue un diseño de Catherine Walker,«El Elvis», un estilismo elegante y espectacular y por supuesto blanco, llamado así por la forma levantada del cuello de su chaqueta. Impresionante también fue el que llevó al banquete de Estado ofrecido por el presidente Mitterrand en 1988, en color blanco marfil con un bolero bordado en cuentas de oro. Este diseño lo firmaba Víctor Edelstein.
Fueron muchos los diseñadores que querían vestirla, por su estilo revolucionario dentro de una encorsetada familia real, como bien dijo Valentino «se liberó del protocolo y de su armario de princesa», pero su modista de cabecera sería Catherine Walker, que además se convertiría en su amiga y cómplice. Lady Di llevó más de 500 vestidos suyos. Entre ellos el modelo que vistió en un banquete real en honor al rey y reina de Malasia en 1993, aunque siempre lo recordaremos como el que usó en la sesión de fotos de Mario Testino para la revista Vanity Fair.
Y como estamos hablando de los vestidos blancos más icónicos de la Princesa, no podemos pasar por alto el más importante de todos, el de novia, diseñado por los británicos David y Elizabeth Emmanuel. Un vestido en color marfil, con escote en pico, grandes volantes de inspiración victoriana y bordado con más de 10.000 perlas, por si fuera poco, una cola de seda y encaje de casi 8 metros. Llevar ese vestido fue todo un reto.
Vestir de color blanco fue importante para Diana, pero no podemos olvidar el negro, puesto que fue un punto de inflexión en su vida. Supongo que a estas alturas sabréis perfectamente a cuál me refiero, ¿no? Pues sí, en 1994 apareció radiante y especialmente atractiva con un diseño corto y de escote palabra de honor de la diseñadora Christina Stambolian, para asistir a la gala de una conocida galería de arte. El vestido se le bautizó como el de la venganza («revenge dress»), cuando por aquel entonces su ya ex marido Carlos de Inglaterra aireaba sus infidelidades con Camila Parker. ¡Touché Diana!
Está claro que Lady Di dejó una huella imborrable en el pueblo británico. A punto de cumplirse 20 años de su fallecimiento, Kensington Palace, su residencia durante 15 años, ha querido conmemorar este aniversario con un Jardín repleto de flores blancas (White Garden) que se podrá visitar durante los meses de verano y primavera, así como la exposición «Diana: her fashion story», una muestra que despliega los 25 diseños más icónicos de la Princesa que como declara Eleri Lynn, comisaria de la exposición, «es la historia de una mujer muy joven que tuvo que aprender rápido las reglas de ser miembro de la realeza y de la diplomacia internacional, y en cuyo proceso contó con el apoyo de la industria de la moda. Es fascinante observar cómo mejoraron su confianza y seguridad, y cómo utilizó la ropa para transmitir sus emociones»
Reyes Lobato Martínez
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